lunes, 18 de junio de 2012

HOMILÌA FUNERAL DE FABIOLA: una madre creyente, a pesar del dolor y de su larga enfermedad de cáncer, se despidió con la sonrisa en sus labios.


18-VI-2012
Pasaje de Emús: Lc.2413-17. 25-35

Hace apenas tres meses despedíamos a Laura con un cáncer galopante, nos adelantaba para vivir la Pascua en el cielo, y decía: ya no tengo miedo a la muerte, hoy tú, Fabiola te vas por el mismo camino dejándonos con una sonrisa en tu rostro como indicando que el lugar donde estás no hay llanto, ni luto, ni dolor sino alegría y gozo en el Señor. Dios tiene para cada uno sus planes, quizá el hombre les quiera cambiar con el uso de su libertad, pero bien sabemos que los planes de Dios, como diría el apóstol Pablo, son sin duda lo mejor.

Hay muertes repentinas, un accidente, un infarto, sin tiempo para despedirse de nadie, ni dar consejos, ni dejar recomendaciones a última hora, todo se acaba en un abrir y cerrar de ojos y hay otras muertes, alargadas y lentas, como queriendo y no queriendo despegar al infinito, en el que el tiempo da oportunidad para rectificar, para poner y dejar las cosas ordenadas, si, para contemplar la vida y verla desde muchos ángulos y perspectivas diferentes, cuestionamientos y preguntas, cuyas respuestas quizá, vengan después de la muerte, sin llegar a entender el mundo del dolor pero asimilando a la hermana enfermedad como compañera, que nos va enseñando muchas cosas, la paciencia, la humildad, la constancia, la fortaleza ante la adversidad, la fragilidad ante el tiempo , marcando un camino que se hace familiar para purificar mil cosas que quizá no comprendíamos y dentro de las horas del misterio que tiene la vida y la muerte, como que vamos despertando a un nuevo amanecer que se ve en el horizonte más allá de nuestros pensamientos y sentimientos comunes, de los cuales Jesús ya nos habló como en parábolas, un deshojar la flor hasta quedarnos con el ultimo pétalo en nuestras manos. El reino de los cielos se parece a las doncellas que esperan la llegada del novio para el banquete de bodas, para el que hay que estar preparados con las lámparas encendidas, para cuando llegue, salir a su encuentro” o cuando dice ”En la casa de mis Padre hay muchas moradas y voy a prepararles un lugar”

Fabiola pudo esperar para entrar en el banquete con su lámpara encendida, el triduo que precedió a su muerte nos lo confirma, el viernes fiesta del Sagrado Corazón de Jesús se confesaba y comulgaba, el sábado fiesta del inmaculado corazón de María, como madre le preparaba para la etapa final de su vida, el domingo fiesta en que celebramos la resurrección del Señor, era el portal para entender que la resurrección de Jesús venció la muerte y el pecado como portal para la eternidad y el lunes entregaba a Dios Padre su tarea cumplida.
En su larga enfermedad tuvo tiempo para aprender muchas cosas y dejarnos también un ejemplo, nunca se dio por vencida, y con su fe y su esperanza alcanzó la meta de la eternidad en ese cielo donde Dios nos aguarda a todos. Fue calentando el aire del globo encendido que en un momento dado se desprende de las manos y se eleva a los aires y sube y sube hasta que lo perdemos de vista pero él sigue luciendo arriba en lo más alto.

En esta historia del calvario del dolor y la muerte, no solo está Fabiola, está también su familia , esposo, hijos madre y hermanos, tú Carlos como esposo fiel , has sido en este viacrucis el cirineo que has ayudado a Fabiola a llevar la cruz hasta la cima, como le ayudaron a Jesús hasta el calvario, el hombre sereno y firme que en la noche oscura has mantenido la lámpara encendida de tu fe y de tu esperanza. Que has podido enseñar a tus hijos Esteban y Carla, que su madre nunca les dejará y que mas allá de esta muerte física, sigue viva en esa otra vida celestial.

Hoy todos debemos agradecer la fe cristiana que nuestros padres nos dieron y que ha sido la llave para entrar en esa dimensión del misterio ante el aparente sin sentido de la muerte, pero paso obligatorio para llegar a la vida.

Como los discípulos de Emús ante la muerte de un ser querido nos sentimos como humanos tristes e impotentes o fracasados, no comprendemos los caminos de Dios, pero en esta oscuridad Jesús sale al encuentro de sus amigos hundidos en la desesperanza, y les dirá “tardos de corazón para creer lo que está escrito” y les fue iluminando con su palabra la densa oscuridad, como convenía pasar por este momento de la muerte para llegar a la gloria, de forma que al final del camino, le piden que se quede con ellos, porque ya es de noche, se quedó y compartió con ellos la mesa y allí le reconocieron que estaba vivo y había resucitado.

También nosotros necesitamos ese encuentro de Jesús peregrino que nos acompaña, también necesitamos dejarnos iluminar por su palabra, también necesitamos decirle quédate con nosotros porque sin ti nuestra vida es de noche, necesitamos comer en su mesa para reconocer por la fe que estamos llamados a la vida en la resurrección, a sembrar esperanza y vivir la caridad.

Por eso lloramos sí, pero con esperanza, con fe y con paz en el corazón, porque creemos en su palabra, Dios enjuga nuestras lágrimas, el que sabe del amor a hijos o esposa o marido podrá comprender mejor el amor de Dios Padre, como una madre ama hasta dar la vida por sus hijos, Dios nos ama hasta dar su Hijo la vida por nosotros.
En esta Eucaristía el don más grande que tiene nuestra fe católica, Cristo que muere y resucita, es un valor infinito, incomparable con todo lo humano que podemos ofrecer por nuestra hermana.

Una madre es también misterio de la vida, a través de las madres Dios realiza los milagros de su amor, por ello hoy hemos de agradecer a Dios la vida de las madres, y vosotros hijos debéis aprender de la vida de vuestra madre y vuestro padre y ofrecer a Dios como ella ya lo hizo, con su amor, su dolor, su sacrificio generoso su ejemplo, vivamos la misma fe que ella, si ella nos acercó a Dios, no nos separemos de Él, la muerte no es una separación para siempre sino un hasta luego, habrá un mañana de encuentro definitivo con Dios en el cielo , mientras vivamos el presente aguardando de tal manera, que con alegría y esperanza puedas decir tengo una madre cristiana que me enseño como llegar a Dios y me espera en el cielo, allí está mi casa, porque allá está mi madre, y ¿qué madre no quiere estar con sus hijos,? pues no le defraudemos.
La Virgen María madre que Jesús nos dio desde la cruz en el dolor antes de morir, nos acompañe y nos cuide en este trayecto de caminar en la tierra hasta el cielo. R.Cob

No hay comentarios:

Publicar un comentario